Llegados a Plan, punto de partida de la ruta, iniciamos el rito pre-ruta: vestirse de romano, encender gps, llenar agua, ajustar mecánicas, cremita para el sol etc... Comenzamos nuestra ascensión de forma suave y progresiva por la pista del Puerto de Saúnc, conforme ganamos altura el horizonte se va poblando de picos y collados a nuestras espaldas, Suelza, los Batuás, Urdiceto, Pegueras, Cruz de Guardia... La riqueza paisajística de la Bal de Chistau se ve engrandecida por la lluvia del día anterior, el verde es más verde y el terreno agradece la sazón con tonos más vivos y grandes contrastes, el día ha amanecido diáfano y la mezcla de colores y luces nos deja cautivados. El ambiente es fresco y se agradece a estas alturas del verano, parece como si el aire cundiese más.
Llegamos al Collado de la Cruz, una amplia vaguada desnuda de pinos entre la Sierra de Chía y las estribaciones del Macizo de Cotiella, buen sitio para comer algo de fruta y unas barritas (lo bueno lo guardamos para el final). Continuamos por una pista siguiendo las marcas de un PR al Ibón de Plan que la abandonan al poco para introducirnos por un sendero a ladera que atraviesa prados, bosques y graveras, dejando a nuestra espalda la mole del Posets.
El macizo calcáreo sobre el que cabalgamos, presa de los agentes atmosféricos, se desmigaja formando ríos de piedra de apariencia inmóvil cuyo equilibrio estático se ve comprometido a nuestro paso y numerosas piedras se precipitan ladera abajo mientras nos alejamos dándole al pedal. La ciclabilidad se ve comprometida en varias ocasiones por la inestabilidad del terreno y el desnivel de algunos tramos pese a que el camino gana altura de forma progresiva, aun con todo ciclamos bastante hasta llegar al praderío de la plana Angón. Aquí, el valle que conduce al Collado del Ibón se abre a nuestra derecha, primero por herbazales y luego atravesando canchales y antiguos restos de morrenas mientras va estrechándose hasta el paso custodiado por los picos Peña las Diez y Picollosa.
La vista se deleita de este espectáculo lítico mientras porteamos los 250m. de desnivel, desde el Paso de Las Garzas divisamos el Circo de Armeña en la norte del Cotiella. Durante el ascenso, las nubes ganan terreno desde el este y quedan retenidas por los picos circundantes pero no avanzan más allá de nuestro collado, forman junto con el suelo un túnel gris cuya salida azul nos conduce a nuestro objetivo.
Ya en el collado y una vez abrigados comemos embutidos, sardinas, chipirones, queso que hemos traído entre todos y pan para empujar, vamos un manjar. Son momentos de relajo e introspección, cierta inquietud nos invade desconocedores de lo que nos deparará el descenso.
Enfundados en las protecciones comenzamos la bajada siguiendo una tímida traza de sendero que pronto gana piso y evidencia atravesando canchales con elegancia.
Los tramos rápidos y lentos se alternan dependiendo de la granulometría del material depositado en la ladera, contra más fino mejor. A pesar de la bonanza del camino, el terreno, falso como el sólo, no permite demasiadas alegrías y exige sobriedad en el pilotaje, intentamos encontrar una trazada limpia entre tanto bolo e incluso durante algunos metros lo conseguimos.
Más abajo el monte suaviza su pendiente y los ralos pinos negros encuentran algo de sustrato terroso sobre el que hundir sus raíces y erguir su retorcido tronco a merced del rayo y la avalancha, pronto entramos en una zona de pradera y pinar espeso donde el camino esconde su rastro y bajamos hasta el ibón siguiendo un poco nuestro instinto pues las marcas de GR brillan por su ausencia. Estamos en uno de los lugares más bellos del pirineo y paradigma del paisaje pirenaico, lugares como este engrandecen la montaña y alimentan leyendas ancestrales. Mis compañeros toman un baño pero yo decido abstenerme puesto que el agua no se encuentra a 25 grados precisamente y el ambiente es fresquito, decido tomar el sol mientras ellos ablandan sus tullidos cuerpos.
Aún nos quedan 900 metros de desnivel a perder (o más bien dicho disfrutar) que son una incógnita puesto que las fuentes consultadas no ofrecen un testimonio esclarecedor, solo un ciclista que conocemos afirma haber bajado el camino y lo recuerda como uno de los más difíciles que ha hecho, la dificultad es relativa hasta cierto punto, claro. El camino, que sigue paralelo el curso de agua que mansamente escapa del ibón, tras atravesar unos prados, se adentra en una depresión que engulle el terreno de forma súbita, las pendientes son cada vez más verticales y nos metemos de lleno en el curso de una barranquera. El comienzo de la bajada nos coge un poco fríos y desconcertados, cuesta dominar la pendiente y sortear los pasos difíciles que vamos encontrando. Poco a poco la cosa se va complicando encontramos curvas muy cerradas en fuerte descenso, arrastraderas escalonadas de esas que, si entras, sales por abajo montado o sin montar, escalones de los que toca el pedalier, el limite lo pone cada uno pues con buena técnica es casi casi ciclable al 99,9%. con el transcurso de la bajada vamos cogiendo ritmo y cada paso que salvamos nos da confianza, poco a poco nos vemos más capaces, nos crecemos, es difícil parar, cada vez queremos más. La bici se convierte en una prolongación de nuestro organismo y sentimos el terreno como si lo tocásemos con las manos. El estado de concentración es máximo en cada uno de nosotros, las palabras escasean. Las paradas se hacen largas y tensas, aparece cierto nerviosismo por seguir la bajada, quizá ,como medida de defensa, nuestro cerebro nos da ordenes de seguir para terminar cuanto antes y salir de este medio potencialmente peligroso, quizá nuestra conciencia nos aconseja no parar demasiado para no perder el ritmo a la bajada o quizá es tal el disfrute que nos supone nuestra superación que no pensamos en otra cosa que seguir haciéndolo; no lo sé, seguramente es una mezcla de las tres. El ultimo tercio de la bajada se suaviza pero aquí abajo el terreno está mojado y el verdete de la piedras patina como puro hielo, poca broma, el tortazo en estas condiciones no se ve venir. Al final lo conseguimos y llegamos abajo tras 45 minutos de bajada desde el ibón y 900 metros de desnivel disfrutados en 3,5 kilómetros. Acabamos de hacer una de las bajadas más difíciles que hemos hecho nunca, pero quien sabe si dentro de unos años volvemos a hacerla y nos parece menos difícil. Habrá que verlo.
7 comentarios:
Relato agradable que te sumerge en el pirineo. Eso si...me he quedado con las ganas de ver fotos de la dichosa bajada...aunque se por experiencia, que en esas bajadas, lo ultimo en que piensa uno, es en hacer fotos :D
Efectivamente no hay fotos
Buassss, que buena pinta Oriolico, que buena pinta.
Nos vemos pronto que ya a pasado el verano.
Bonito,desciptivo y apasionante documental ,además de estupendas fotos,Oriol
saludos
Una ventana al aire fresco. Chaval, un abrazo.
El Lagarto
Hola Oriol:
He visto tus fotos y me he quedado impresionado, tanto por la calidad artística y técnica de las mismas, como por los increíbles sitios por donde haces ciclismo. ¡Felicidades!
Yo vivo en México y me gustaría viajar a España a hacer algunos (si es posible todos) los recorridos que has publicado. ¿Conoces algún guía que pudiera llevarme a esas rutas?
Te agrdeceré mucho tu ayuda.
Un abrazo y ¡felicidades de nuevo!
Diego Echeagaray
fotodiego@aol.com
Hola Oriol: Te sigo desde hace meses. Disfruto con tus fotos y relatos. El año pasado estuvimos por Ainsa en verano gracias a vuestras rutas y en el 2011 queremos hacer laguna de Luchon.
Sería posible obtener el track de la ruta que hiciste en Ibón de Plan?? El año pasado la hicimos tal como está en GPSPirineo. Aunque la versión como la hiciste tú nos parece muuuy interesante.
Te agradecería que nos pasases el track. Muchísimas gracias por todo!!
mpizaa@gmail.com
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