Vaciones en Luchon - Día 2 Puerto de Benasque

Tras un par de días ausente por razones de trabajo, regresé a Portet de Luchón para continuar con la ruteanda, ese mismo día llegaba la parte faltante del equipo: Mikel y Javi. Entre tanto mis compañeros Carlos, Jim, Tonifane y Julio no habían perdido el tiempo y habían realizado sendas rutas bonitas, a juzgar por las fotos que mostraban y sus comentarios.
La ruta del día era la del Puerto de Benasque. Después de mucho tiempo esperando el momento de hacer esta ruta, ese día había llegado. El recorrido nos sorprendió por su elevada ciclabilidad y la bonanza del camino de bajada. Salimos del Hospice de France por pista hacia la Cabaña de Romingau, 350 metros más arriba.


Un poco más arriba tomamos la opción abandonar la ruta principal cogiendo un camino-pista a la izquierda para rodear el Pic de Roye por el lado español hasta el Collado de la Mounjoye 2069 m.. Esta opción resulta muy ventajosa ya que hay que andar poco y da vistas al Valle de La Artiga de Lin. Desde aquí conectamos de nuevo con la ruta principal y tras un desnivel de algo más de trescientos metros mayormente de porteo por la Crête de Crabides alcanzamos el Pas de l'Escalete 2396m.








 

Nuestro próximo objetivo era alcanzar el Port de La Picada 2477 m. que desde nuestra posición lo veíamos más lejos y alto de lo que en realidad estaba, tras un leve descenso y remonte de 10 minutos estábamos ahí, era el imponente macizo de la Maladeta el que se alzaba al sur y llevaba rato apareciendo en nuestras fotos. Desde el puerto de La Picada una diagonal nos llevaba hacia el Puerto de Benasque perdiendo primero un poco de altura y luego ganando para salvar una canchaleras. Buen tramo este también con bastante desarrollo horizontal y pasos técnicos entre un caos de piedra, enduro a 2300 metros, brutal.





Diez minutos más de porteo y estábamos en el puerto de benasque 2444 m. Una estrecha forqueta entre los picos Salvaguardia y La Mina da paso a una de las bajadas más estéticas de cuantas se pueden hacer en el pirineo, una sucesión interminable de curvas que nos devuelve con creces el esfuerzo realizado en la subida en forma de descomunal disfrute.





Vaciones en Luchon - Día 1 Cecire - Lac d'Oo

Nada como unos cuantos días de montalbán en terreno pirenaico francés para olvidar las penurias veraniegas (me refiero al curro). Centro de operaciones: una casa muy mona y bien equipada (jacuzzi incluido) sita en Portet de Luchon. Compañía: 6 personajes, 2 vascos y 4 naburros algo zumbados pero muy majos y que encima cocinan bien y un jamón que sucumbió. Objetivo: conquistar senderos y puertos de altura atravesando los más bellos parajes al otro lado del pirineo; todo ello sin descuidar la alimentación que en estos casos suele aportar más de lo que se consume en ruta.


Posiblemente, el primer día fuimos a dar con la ruta más difícil, técnicamente hablando, de cuantas íbamos a hacer esa semana, físicamente tampoco supuso un dispendio demasiado importante.
El recorrido partía de la estación invernal de Superbagneres e inmediatamente el sendero hizo acto de presencia, tomamos un GR a ladera del pico Cecire cuya ciclabilidad era bastante buena hasta el collado de La Coume de Bourg, las vistas a nuestra izquierda nos ofrecían magnificas vistas del Circo de Crabioules salpicado de pequeños glaciares.


La subida opcional al pico Cecire la dejamos por estar el tiempo revuelto. Desde el collado de La Coume de Bourg divisamos nuestro siguiente objetivo: la Hourquette des hounts-secs, más o menos a la misma altura pero con mucho monte de por medio, el camino perdía altura o la ganaba según las exigencias del terreno, hubo que andar algo, creo.












Desde la Hourquette des hounts-secs nos esperaba un descenso que ,según fuentes consultadas, tenía pasos tecnicos de categoría T4 que se supone son los más dificiles y luego una parte de bajada no ciclable. Desde dicha forqueta el panorama era impresionante, se abría ante nosotros el abrupto circo de Espingo y un agujero bajo nuestros pies de cerca de 800 metros de profundidad en cuyo lecho se aloja el Lac d'Oo. El camino de bajada se desarrolla en una ladera herbosa con un 70% de inclinación trazando un sinfín de zetas algunas de ellas difíciles de tomar por lo angosto del camino y el patio circundante.



Tras un rato bajando, pues el camino perdía altura con bastante talento, conectábamos con otro camino proveniente del circo de Espingo, que supuestamente era la parte inciclable hasta el lago. Nada más lejos de la realidad, la bajada era pedrolera y con  mucho escalón gordo pero bastante abrigada y eso da confianza, la hicimos prácticamente toda montados, no pretendo desmerecer al que dijo que aquello no se podía bajar puesto que igual iba con una rígida pero nos sorprendió muy gratamente este tramo de la bajada en el que disfrutamos como gorrinos. Parada obligatoria en el refugio a orillas del lago para tomar un refrigerio y asimilar la bajada. El resto de la bajada po el valle d'Astau (900 m. de desnivel) los hicimos combinado más pistas que senderos hasta Luchon.

PR de la Basa de la Mora por el Collado del Ibón

Esta ruta, o parte de ella, a estado en el tintero durante largo tiempo, he de reconocer que no veía en ella gran atractivo pero el "pack" que me ofreció Jorge incluía una de las bajadas que me quedaban por hacer en el sobrarbe y desde siempre me había atraído el echo de que la gente me dijera que por ahí no se podía bajar en bici. Además contaríamos con la agradable compañía de los naburros Jim y Cuñator, a los cuales íbamos a hacer participes de esta ruta inédita. Nuestra experiencia es una buena muestra de que nuestro deporte no tiene limites, lo que ayer parecía una salvajada al alcance de muy pocos hoy es lo que esta de moda y lo asumimos como normal. Antes de afirmar que algo es imposible debemos haberlo intentado antes con el convencimiento y la ilusión de que es posible, solo así conseguiremos franquear las barreras que nos imponemos a nosotros mismos y también las que otros nos imponen.  Este afán por conocer nuestras posibilidades y limitaciones nos lleva a realizar recorridos más duros, trialeras más difíciles, a ir más rápido y frenar menos, a forzar en cada curva, a arriesgar en cada salto,  a caminar sobre la delgada linea en la que el reto comienza a superar a nuestra habilidad. Este es el relato de lo sucedido.

Llegados a Plan, punto de partida de la ruta, iniciamos el rito pre-ruta: vestirse de romano, encender gps, llenar agua, ajustar mecánicas, cremita para el sol etc... Comenzamos nuestra ascensión de forma suave y progresiva por la pista del Puerto de Saúnc, conforme ganamos altura el horizonte se va poblando de picos y collados a nuestras espaldas, Suelza, los Batuás, Urdiceto, Pegueras, Cruz de Guardia... La riqueza paisajística de la Bal de Chistau se ve engrandecida por la lluvia del día anterior, el verde es más verde y el terreno agradece la sazón con tonos más vivos y grandes contrastes, el día ha amanecido diáfano y la mezcla de colores y luces nos deja cautivados. El ambiente es fresco y se agradece a estas alturas del verano, parece como si el aire cundiese más.


Llegamos al Collado de la Cruz, una amplia vaguada desnuda de pinos entre la Sierra de Chía y las estribaciones del Macizo de Cotiella, buen sitio para comer algo de fruta y unas barritas (lo bueno lo guardamos para el final). Continuamos por una pista siguiendo las marcas de un PR al Ibón de Plan que la abandonan al poco para introducirnos por un sendero a ladera que atraviesa prados, bosques y graveras, dejando a nuestra espalda la mole del Posets.



El macizo calcáreo sobre el que cabalgamos, presa de los agentes atmosféricos, se desmigaja formando ríos de piedra de apariencia inmóvil cuyo equilibrio estático se ve comprometido a nuestro paso y numerosas piedras se precipitan ladera abajo mientras nos alejamos dándole al pedal. La ciclabilidad se ve comprometida en varias ocasiones por la inestabilidad del terreno y el desnivel de algunos tramos pese a que el camino gana altura de forma progresiva, aun con todo ciclamos bastante hasta llegar al praderío de la plana Angón. Aquí, el valle que conduce al Collado del Ibón se abre a nuestra derecha, primero por herbazales y luego atravesando canchales y antiguos restos de morrenas mientras va estrechándose hasta el paso custodiado por los picos Peña las Diez y Picollosa.



La vista se deleita de este espectáculo lítico mientras porteamos los 250m. de desnivel, desde el Paso de Las Garzas divisamos el Circo de Armeña en la norte del Cotiella. Durante el ascenso, las nubes ganan terreno desde el este y quedan retenidas por los picos circundantes pero no avanzan más allá de nuestro collado, forman junto con el suelo un túnel gris cuya salida azul nos conduce a nuestro objetivo.
Ya en el collado y una vez abrigados comemos embutidos, sardinas, chipirones, queso que hemos traído entre todos y pan para empujar, vamos un manjar. Son momentos de relajo e introspección, cierta inquietud nos invade desconocedores de lo que nos deparará el descenso.


Enfundados en las protecciones comenzamos la bajada siguiendo una tímida traza de sendero que pronto gana piso y evidencia atravesando canchales con elegancia.
 


Los tramos rápidos y lentos se alternan dependiendo de la granulometría del material depositado en la ladera, contra más fino mejor. A pesar de la bonanza del camino, el terreno, falso como el sólo, no permite demasiadas alegrías y exige sobriedad en el pilotaje, intentamos encontrar una trazada limpia entre tanto bolo e incluso durante algunos metros lo conseguimos.


Más abajo el monte suaviza su pendiente y los ralos pinos negros encuentran algo de sustrato terroso sobre el que hundir sus raíces y erguir su retorcido tronco a merced del rayo y la avalancha, pronto entramos en una zona de pradera y pinar espeso donde el camino esconde su rastro y bajamos hasta el ibón siguiendo un poco nuestro instinto pues las marcas de GR brillan por su ausencia. Estamos en uno de los lugares más bellos del pirineo y paradigma del paisaje pirenaico, lugares como este engrandecen la montaña y alimentan leyendas ancestrales.  Mis compañeros toman un baño pero yo decido abstenerme puesto que el agua no se encuentra a 25 grados precisamente y el ambiente es fresquito, decido tomar el sol mientras ellos ablandan sus tullidos cuerpos.


Aún nos quedan 900 metros de desnivel a perder (o más bien dicho disfrutar) que son una incógnita puesto que las fuentes consultadas no ofrecen un testimonio esclarecedor, solo un ciclista que conocemos afirma haber bajado el camino y lo recuerda como uno de los más difíciles que ha hecho, la dificultad es relativa hasta cierto punto, claro. El camino, que sigue paralelo el curso de agua que mansamente escapa del ibón,  tras atravesar unos prados, se adentra en una depresión que engulle el terreno de forma súbita, las pendientes son cada vez más verticales y nos metemos de lleno en el curso de una barranquera. El comienzo de la bajada nos coge un poco fríos y desconcertados, cuesta dominar la pendiente y sortear los pasos difíciles que vamos encontrando. Poco a poco la cosa se va complicando encontramos curvas muy cerradas en fuerte descenso, arrastraderas escalonadas de esas que, si entras, sales por abajo montado o sin montar, escalones de los que toca el pedalier, el limite lo pone cada uno pues con buena técnica es casi casi ciclable al 99,9%. con el transcurso de la bajada vamos cogiendo ritmo y cada paso que salvamos nos da confianza, poco a poco nos vemos más capaces, nos crecemos, es difícil parar, cada vez queremos más. La bici se convierte en una prolongación de nuestro organismo y sentimos el terreno como si lo tocásemos con las manos. El estado de concentración es máximo en cada uno de nosotros, las palabras escasean. Las paradas se hacen largas y tensas, aparece cierto nerviosismo por seguir la bajada, quizá ,como medida de defensa, nuestro cerebro nos da ordenes de seguir para terminar cuanto antes y salir de este medio potencialmente peligroso, quizá nuestra conciencia nos aconseja no parar demasiado para no perder el ritmo a la bajada o quizá es tal el disfrute que nos supone nuestra superación que no pensamos en otra cosa que seguir haciéndolo; no lo sé, seguramente es una mezcla de las tres. El ultimo tercio de la bajada se suaviza pero aquí abajo el terreno está mojado y el verdete de la piedras patina como puro hielo, poca broma, el tortazo en estas condiciones no se ve venir. Al final lo conseguimos y llegamos abajo tras 45 minutos de bajada desde el ibón y 900 metros de desnivel disfrutados en 3,5 kilómetros. Acabamos de hacer una de las bajadas más difíciles que hemos hecho nunca, pero quien sabe si dentro de unos años volvemos a hacerla y nos parece menos difícil. Habrá que verlo.